Claro que si Barajas era divertido, el resto no iban a ser menos...
Tras las primeras "emociones" de nuestro querido viaje, que se suponían terminadas una vez embarcados rumbo a Londres (supuestamente el avión de Qantas destino Sydney aguantaría un poco por nosotros) todo cambió una vez aterrizados en la Pérfida Albión.
Un sms de mi querida jefa sentenciaba nuestros destinos, al menos, 24 horas más: "dormíamos en Inglaterra". Así que un simpático personal de BA nos estaba esperando en el finger casi con el cartelito en la mano, y allí que nos fuimos escoltados por varios chalecos amarillos a recoger nuestras maletas.
Una vez abajo en la recogida de quipajes conocimos a la mujer con el caniche en el pelo. Que era lo que todos hubiéramos esperado de estas situaciones. Alguien con pocas ganas de colaborar, mucho sueño y una cara capaz de asustar al topo mayor del reino. Cualquier petición fue denegada en el instante, solo se nos facilitó un hotel, el traslado en el bus y la vuelta en el mismo sistema al día siguiente. Nadie ha mencionado aún que era media noche, y nuestro vuelo era a media tarde del día siguiente.
Claro que todo esto no podría quedarse así, no, ¿qué más pequeños incidentes aderezan y endulzan estos ricos momentos en los aeropuertos?
La pérdida del equipaje. Las reclamaciones interminables por maletas desaparecidas, dañadas, deterioradas... Sí, eso también. Uno de los pobres niños, además se llevó de regalo el viajar sin sobre peso (que por suerte en Barajas muchos de nosotros fuimos tocados por la mano de Maradona y nos hicieron la vista gorda, otros, pobres tuvieron que repartir sus equipajes entre el resto del grupo).
Genial! Estamos en Londres. Tengo a 31 adolescentes hormonados y emocionados. Me encanta que los flanes salgan bien...
Bueno, pues a cenar y a explicar por activa, pasiva, supina y gritina, que de ir a la City nanai, que al día siguiente tampoco se moverían de la zona y que ellos solo eran 31 y el hotel alojaba a más gente. Así que a ver qué tal la noche.
Sin demasiadas incidencias y con los primeros cotilleos de la mañana nos fuimos a jugar unos bolos al lado del hotel, bendita sea la bolera! Recoger, comer, y a esperar el traslado al aeropuerto de nuevo. "No os preocupéis, hay buses cada 15 minutos a las terminales."
10 minutos, 30 minutos. Una hora... Terminal 5. Terminales 1, 2 y 3. Y ahí seguíamos nosotros, como 32 Paco Martínez Soria mirando la carretera y los buses pasar, pero ninguno que pusiera Terminal 4. Unos nos decían que ya vendría, otros que había que ir a otro sitio a por el bus, hasta que un amable conductor nos dijo que subiéramos todos, y nos explicó que para ir a la T4 teníamos que coger el "metro" en otra terminal, que ya nos dejaba él y nos decía. Así que tras la partida de Tetris con las maletas y los niños nos fuimos a la T2 en un bus sin parar (porque ya no cabía ni un alfiler). Y de ahí hacia abajo para coger el metro para volver a facturar.
Bienvenidos a Londres y su extrema organización. No iban a pasarnos ni un gramo de exceso, así que ahí estabámos todos como el muñeco de Michelín, unos disfrutando del amable carácter inglés y otros de sus "queridos chubascos". Pero, por fin, de nuevo facturados y pasados el control de pasaportes.
Bueno, pues tiempo de relax, de café en el Starbucks... Ya había acabado la odisea, ¿verdad? Pues NO!
Aún había tiempo de diversión, y una de las niñas había perdido en la terminal el pasaporte y la cartera con un porrón de dólares australianos. A tan solo 25 minutos de embarcar...
Carreras por aquí, por allí, te convertí! Ya no sabía una dónde más buscar ni qué hacer. No estaba en ningún control y no había comisaría dentro para denunciar y hablar con el consulador para conseguir un pasaporte temporal. Perfecto. Bueno, que se vayan los 30 solos, que habrá gente esperándolos y ya me quedo yo con la niña para solucionarlo.
Brillantemente en la puerta de embarque alguien dijo "que todo el mundo compruebe que no lo tiene por error". Y allí estaba, en otra mochila! Matar o morir. Qué gran dilema.
Así que de Londres a Singapur (al perder la conexión también perdimos nuestro querido vuelo directo a Sydney). Y en el avión alguien decía, que conocía a un amigo de un primo de un hermano del vecino, que había ido a Singapur, que el aeropuerto era muy sucio y muy peligroso.
¡JA! Me río de Janeiro.
Eso era el PARAÍSO, con hotel, cine, SPA, un centro comercial, de verdad, dentro, y hasta un jardín tropical con maripositas!!!! Incluso tenían ordenadores por la terminal, con internet gratis para la gente en tránsito. Y su propio Hard Rock Café. Tremendo, ahí no nos hubiera importado tanto perder la conexión. Habrá que estudiarlo para la vuelta.
Pero solo fueron 3 horitas y de ahí a estrenar un flamante A380 de Singapore Airlines (del que ya pondré fotos) porque las merecía. Maravilloso, perfecto, parecía de lujo. Tanto que no me quiero imaginar qué tal el piso de arriba después de ver lo bien que se iba en turista.
Por supuesto, no me iba a relajar aún, por qué, si aún tenía voz... Se notaba el sueño, los nervios y las hormonas. No 1, ni 2, ni 3, si no 3 veces tuvo que venir el personal a llamar la atención a los niños. Con lindezas como que iban a traer a personal de seguridad para apostarlos en los pasillos y asegurarse el silencio, o que no volveríamos a volar con ellos. Al final, el cambio del asiento de uno de los niños pareció ser suficiente.
Pero aún quedaba inmigración en Australia y la cantidad de cosas a declarar en las aduanas...
En cualquier caso, ya estábamos en Sydney.
Apaga la cierra y puerta la luz.
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