domingo, 18 de octubre de 2009

Las ovejas

El otro día comentaba que el nombre de Burra tiene guasa, cierto.

Pero no menos tenía toda la estancia de allí... Y es que está claro que no me he aburrido en estos tres meses. Ni por los niños, ni por los viajes, que realmente no me he estado rascando la barriga todo el tiempo, si no, no me hubiera crecido tanto.

Así que bueno, continuaba para bingo el asunto, ya que entre la hospitalidad local consiste en hacernos partícipes, pero de verdad, de cómo es su vida y su día a día... Y si en Pirie fuimos a ver las minas, pues aquí tocaba recoger ovejas y transportarlas.

Así que al día siguiente, creo que era lunes, me tocaría levantarme a las 6 de la mañana para meterme en un camión y recoger ovejas por el condado para llevarlas al Mercado de Adelaida, así que, entre llamadas de teléfono por problemillas de una de mis niñas y el colegio, una copa para relajar los nervios, y un poco de tele... A la cama. Porque si no, ya te digo yo quién se iba a levantar.

Lo de las ovejas hay que reconocer que fue curioso, estuvimos en tres pueblos y recogimos unas 500 ovejas, ó puede que alguna más, y 6 horas más tarde casi podía intuir Adelaida, pero se quedó en eso, una mera intuición, porque tocó volver a casita. Ducha y a dormir, que estaba muerta de sueño y al día siguiente tocaba ir al cole.... Sí, de nuevo, volvía a clase.

Aunque esa noche pude comprobar que Australia no se andan con tonterías, cuando hay calorcito se les incendia medio país, si llueve tienen inundaciones hasta en el desierto, y si hay viento lo primero te quedas sin luz (porque fijo que tiró algún poste) y lo segundo te sientes como Dorothy por Oz, volando! Qué manera de soplar, ya lo quisiera el Lobo del cuento, parecía que se iba a caer la casa, pero tanta oveja y tanto viaje en el camión (me río yo de las plataformas vibradoras) pues servidora estaba molida y se durmió como un bebé.

Y, por supuesto, a probar nuevas asignaturas tras el tour correspondiente por las instalaciones. Hoy: Agriculture Studies. En donde aprendimos una gran lección: en la vida lo más importante es la actitud. Bueno, eso y a sacar brillo a los arreos de los bueyes, porque lo del Adelaide Show parecían los Oscars de los animales, y tal vez alfombra roja no habría, pero había que vestir a las vacas, ovejas y demás cabestros, como si Armani les fuera a llevar por el desfile de la mano.

Pero el tema del Adelaide Show da para una entrada propia, ya que es un evento bastante grande e importante en todo el Estado, y casi diría que en todo el país...

Después de la sesión fotográfica con Sánchez (nombre de uno de los mulos en honor, cada año, al último estudiante de intercambio que tuvieron) nos fuimos a despedir de la familia Venezolana recientemente afincada en Burra y luego particular sesión fotográfica de despedida haciendo el canelo.

Y así, al día siguiente a primera hora de la mañana cogía un bus de Burra a Adelaida para reencontrarme con la rubia en lo que ellas dejaban a la alemana en el aeropuerto, para perderla de vista unos 5 días en los que ella estaría en las playas del Norte y nosotras en el frío del Sur.

jueves, 15 de octubre de 2009

Lo mejor es el nombre

Ayer comentaba que después de Orroroo el destino era Burra, no hablaba de un incipiente cambio fisiológico hacia mi verdadera naturaleza, si no al nombre del pueblo en cuestión.

Así que, una vez más, tocaba paseíto en coche, esta vez con uno de mis niños y su perfecta mamá y hermanito.

Por supuesto las carreteras son interminables y además desiertas; pero si hay algo que me encantó de tanto viaje por carretera era poder ver la variedad de paisajes y una característica quasi común a todos los pueblos: pese a estar en Australia eso parecía siempre el Oeste Americano, o canadiense, porque en concreto me entró una gran morriña cuando pasé por Peterborough y recordé ese verano de Canadá y esa noche de espera por el libro de Harry Potter en el pueblo del mismo nombre, pero en el otro Hemisferio.

En cualquier caso, hora y media después entramos en Burra y por fin recuperé la cobertura en el móvil y volví a ver atisbos de civilización.

Conocí a otra de las coordinadoras, y tuvimos comida de agradecimiento a las familias que tenían niños míos acogidos por la zona.

Por la tarde un paseíto con los niños para ver qué tal todos, y cuando se fueron llegó lo bueno...

El Golf.

Un momento, si yo nunca he jugado al Golf, lo más parecido era el mini-golf en Zahara y eso era más una broma que otra cosa... Bueno, pues nada, allí que me fui con Bitzi y una de sus hermanos al campo de golf municipal mientras su madre limpiaba el Club Social (que para que salga más barato son los miembros los que hacen el mantenimiento)... Y bueno, primer hoyo.......

Y último.

Porque nuestro dominio del Putt, del hierro y la madera hizo que eso pareciera más el recuerdo de Little Big Horn, que un campo de golf, así que tras una hora, como doscientas fotos y un dolor incipiente de barriga y risas volvimos arriba a ver si ya había acabado la mami de limpiar.

Y de vuelta a casita a saber mis nuevos planes de conocimiento local: las ovejas.

Pero esto será para mañana, o pasado... Porque si no cada entrega del blog parecerá un Testamento...

Procrastinemos... Amén!

Después de casi dos meses de vaguería supina, y a una semana de hacer un mes del regreso...

Retomo el cuaderno de bitácora.

Para qué se preguntará el avispado lector, si ya ha pasado todo.

Pues verá usted mi querido seguidor, de una u otra manera me gustaría dejar mi granito sobre la Gran Aventura en las Antípodas, que tal vez le ayude o inspire a alguien en el futuro (a mí misma, por ejemplo). Y porque aquí la tendré casi siempre para recordarla, y la quiero recordar entera.

El caso es que después de las aventuras sobre cuatro ruedas, que siguieron siendo míticas en el colegio de mi pequeña bailarina semanas después (es más, creo que me convertí en la leyenda de la conductora fantasma, fijo que luego pasé de hacer curvas derrapando a dar saltos y giros imposibles a velocidades de escándalo...) Me comunicaron que mi siguiente destino era: la NADA.

Sí, sí, tal cual... Un pequeño pueblo de nombre Orroroo, perdido en medio de las montañas, en el que vivían tres de mis niños. Así que vino a buscarme el "padre" de la familia y hale, de vuelta a la carretera.

Qué gran hombre, se dedicaba a la construcción, pero su sueño es la música, en dos horas de coche de algo teníamos que hablar, no? Pues de algo no, hablamos de todo... Me contó toda su vida, obra y milagros, la de sus hijas, mujer y los sueños de todo el pueblo. Eso sí, con una gracia inherente digna del gaditano más salado.

-No daré mayores ejemplos ya que fuera de contexto no son la alegría de la huerta, y además esto puede hacerse eterno-.

El caso fue que llegamos por fin a Orroroo y me enseñó el pueblo para hacer tiempo: 5 minutos. Sí, eso fue todo lo que tardamos en dar una vuelta, ante tamaña extensión lo lógico es ir andando a todas partes, ¿verdad? Pues no. El coche es imprescindible, y aparcar en la puerta del local al que vas también. Si creemos que en Madrid hay problemas de aparcamiento, son cosa de niños comparado con el horror que viven los pobres habitantes de Orroroo como quieran ir a comprar más de 3 a la vez al supermercado, casi tienen que aparcar en doble fila o andar 50 metros!!! Comprendí que en una vida tan estresante y traumática mi estancia allí iba a ser una pesadilla en vida.

Y lo fue.

Horrible, lo primero de todo que no tenía cobertura, iba a estar casi incomunicada tres días por no llevar un móvil 3G! Y claro, del WiFi ni hablemos... Una pesadilla horrible, todo paz, tranquilidad, sin stress ni problemas... Si ya digo yo, que adoro a mi querida Jenny, si es que me cuida como una madre.

Llegamos a casa, en las afueras, al lado del colegio. De hecho es la Calle del Colegio número 1. Típica casa de campo de allí, con sus dos perros, sus gatos, lo normal. Y voy a bajar las cosas del coche y me dice el padre que no, que yo vivo al lado. Sí, sí, que la casita esa que hay al lado de la nuestra es para ti...

Mi cara fue un poema.

Así que laseñora esposa me enseñó mi nuevo hogar para los siguientes 3 días: di-vi-no. Su salita de estar, cocina completa, baño y dormitorio. Y calefacción, pero de verdad!!! Nada de un radiador enano eléctrico. Se me saltaban las lágrimas, no iba a dormir en el suelo, o en un sofá cama, no me despertaría la máquina de café, ni cabras, ni gritos ni NADA!!!

Y, para que no me aburriera y viera la auténtica vida de mis niños, al día siguiente iba a ir al colegio. Sí, sí, con ellos. Por la tarde me enseñó las instalaciones del cole y me presentó al director, y me dijo dónde iría al día siguiente con mis niños.

Luego a verles entrenar a los 3 al Footy, y después hasta la cena pues estuve con ellos poniéndome al día de la vida local y demás cotilleos varios...

Por supuesto, al cole, fui con uniforme... Y lo que lo echaba de menos. Pero no era mi querida falda de tablas, era en chandal y con un forro polar azul pitufo (vaya, para algo que no echaba de menos...) con el escudo del colegio. Lo cierto es que así da gusto ir al colegio: cada curso tiene su aula de tutoría y allí cada uno tiene su espacio propio, pero nada de un pupitre cutre con cajonera enana y silla de plástico mortal, no, ni mucho menos. Allí con sus mesas de despacho y sillones giratorios, que no son de cuero por falta de presupuesto, pero son igual o más cómodos. Su trocito de corcho en la pared y su cajonera del Ikea con ruedas. Amén de las taquillas, pero que como son tan pocos en el cole siempre están abiertas y puedes dejar lo que sea que nadie te lo va a tocar.

Por supuesto cada parte tiene su microondas, mini-neverita y despensa, para que cada uno deje su almuerzo y se lo prepare como quiera.

Y las clases geniales, estuve en "Matemáticas díficiles por teléfono", donde lo díficil era enterarse de lo que decían por el altavoz. Esto es: como en los pueblos hay cada vez menos niños, pues en ciertos colegios lo que hacen es que ponen la clase a la misma hora y la hacen por conferencia, con una pizarra inteligente, un ordenador en red y conferencia telefónica, y allí estaba yo con uno de mis niños y un local resolviendo ecuaciones de segundo grado en una clase tan grande como mi baño.

Luego me enteré que para más guasa la profesora al otro lado del teléfono era del colegio de La Rubia, una pena que fuera de último curso y no coincidí con ella, porque habría sido curioso.

Además estuve en clase de Indonesio con los niños pequeños, y lo mejor de todo, fuimos a clase de música con los peques de 3 clases (que se reúnen a la misma hora para que la clase sea más grande y divertida). Y ahí vino el problema, les tuvimos que enseñar una canción. Mi querido niño votaba por "una alemana se balanceaba sobre el elefante en la tela de araña" (o algo así pero más lúdico), aunque al final optamos por algo más apropiado para niños de 6, 7 y 8 años: Mi Barba Tiene Tres Pelos.

Una hora más tarde los niños rodaban de la risa pero con una soltura envidiable con los pelos de la barba.

Después un partido de "fútbol sala" si es que a darle patadas a un balón, no poder tocar al contricante, no poder entrar en el área y que tocar el balón con la pared no sea fuera; se le puede llamar fútbol, pero al menos fue algo deportivo...

Al día siguiente kilometrada para ver Footy cerca de la costa. Hasta el director juega en el equipo. Qué gran partido, ahora entiendo por qué a mis niños les encantaba ir allí los sábados. Donuts a 1 dolar y perritos calientes a 2 dólares! (aviso a navegantes: lo más cerca que estuve del perrito caliente fue cuando pedí el donut en el mostrador) Sin contar con las cervezas y demás a precios reducidos. Y por supuesto que como va todo el pueblo, pues es como ir a un bar a ver un partido de la Champions, pero libre de humos y apretones.

Y ya nos plantamos en el último día en el que me fui con la nueva familia de otro de mis niños de Orroroo a una barbacoa y mi siguiente destino: Burra.