Después de casi dos meses de vaguería supina, y a una semana de hacer un mes del regreso...
Retomo el cuaderno de bitácora.
Para qué se preguntará el avispado lector, si ya ha pasado todo.
Pues verá usted mi querido seguidor, de una u otra manera me gustaría dejar mi granito sobre la Gran Aventura en las Antípodas, que tal vez le ayude o inspire a alguien en el futuro (a mí misma, por ejemplo). Y porque aquí la tendré casi siempre para recordarla, y la quiero recordar entera.
El caso es que después de las aventuras sobre cuatro ruedas, que siguieron siendo míticas en el colegio de mi pequeña bailarina semanas después (es más, creo que me convertí en la leyenda de la conductora fantasma, fijo que luego pasé de hacer curvas derrapando a dar saltos y giros imposibles a velocidades de escándalo...) Me comunicaron que mi siguiente destino era: la NADA.
Sí, sí, tal cual... Un pequeño pueblo de nombre Orroroo, perdido en medio de las montañas, en el que vivían tres de mis niños. Así que vino a buscarme el "padre" de la familia y hale, de vuelta a la carretera.
Qué gran hombre, se dedicaba a la construcción, pero su sueño es la música, en dos horas de coche de algo teníamos que hablar, no? Pues de algo no, hablamos de todo... Me contó toda su vida, obra y milagros, la de sus hijas, mujer y los sueños de todo el pueblo. Eso sí, con una gracia inherente digna del gaditano más salado.
-No daré mayores ejemplos ya que fuera de contexto no son la alegría de la huerta, y además esto puede hacerse eterno-.
El caso fue que llegamos por fin a Orroroo y me enseñó el pueblo para hacer tiempo: 5 minutos. Sí, eso fue todo lo que tardamos en dar una vuelta, ante tamaña extensión lo lógico es ir andando a todas partes, ¿verdad? Pues no. El coche es imprescindible, y aparcar en la puerta del local al que vas también. Si creemos que en Madrid hay problemas de aparcamiento, son cosa de niños comparado con el horror que viven los pobres habitantes de Orroroo como quieran ir a comprar más de 3 a la vez al supermercado, casi tienen que aparcar en doble fila o andar 50 metros!!! Comprendí que en una vida tan estresante y traumática mi estancia allí iba a ser una pesadilla en vida.
Y lo fue.
Horrible, lo primero de todo que no tenía cobertura, iba a estar casi incomunicada tres días por no llevar un móvil 3G! Y claro, del WiFi ni hablemos... Una pesadilla horrible, todo paz, tranquilidad, sin stress ni problemas... Si ya digo yo, que adoro a mi querida Jenny, si es que me cuida como una madre.
Llegamos a casa, en las afueras, al lado del colegio. De hecho es la Calle del Colegio número 1. Típica casa de campo de allí, con sus dos perros, sus gatos, lo normal. Y voy a bajar las cosas del coche y me dice el padre que no, que yo vivo al lado. Sí, sí, que la casita esa que hay al lado de la nuestra es para ti...
Mi cara fue un poema.
Así que laseñora esposa me enseñó mi nuevo hogar para los siguientes 3 días: di-vi-no. Su salita de estar, cocina completa, baño y dormitorio. Y calefacción, pero de verdad!!! Nada de un radiador enano eléctrico. Se me saltaban las lágrimas, no iba a dormir en el suelo, o en un sofá cama, no me despertaría la máquina de café, ni cabras, ni gritos ni NADA!!!
Y, para que no me aburriera y viera la auténtica vida de mis niños, al día siguiente iba a ir al colegio. Sí, sí, con ellos. Por la tarde me enseñó las instalaciones del cole y me presentó al director, y me dijo dónde iría al día siguiente con mis niños.
Luego a verles entrenar a los 3 al Footy, y después hasta la cena pues estuve con ellos poniéndome al día de la vida local y demás cotilleos varios...
Por supuesto, al cole, fui con uniforme... Y lo que lo echaba de menos. Pero no era mi querida falda de tablas, era en chandal y con un forro polar azul pitufo (vaya, para algo que no echaba de menos...) con el escudo del colegio. Lo cierto es que así da gusto ir al colegio: cada curso tiene su aula de tutoría y allí cada uno tiene su espacio propio, pero nada de un pupitre cutre con cajonera enana y silla de plástico mortal, no, ni mucho menos. Allí con sus mesas de despacho y sillones giratorios, que no son de cuero por falta de presupuesto, pero son igual o más cómodos. Su trocito de corcho en la pared y su cajonera del Ikea con ruedas. Amén de las taquillas, pero que como son tan pocos en el cole siempre están abiertas y puedes dejar lo que sea que nadie te lo va a tocar.
Por supuesto cada parte tiene su microondas, mini-neverita y despensa, para que cada uno deje su almuerzo y se lo prepare como quiera.
Y las clases geniales, estuve en "Matemáticas díficiles por teléfono", donde lo díficil era enterarse de lo que decían por el altavoz. Esto es: como en los pueblos hay cada vez menos niños, pues en ciertos colegios lo que hacen es que ponen la clase a la misma hora y la hacen por conferencia, con una pizarra inteligente, un ordenador en red y conferencia telefónica, y allí estaba yo con uno de mis niños y un local resolviendo ecuaciones de segundo grado en una clase tan grande como mi baño.
Luego me enteré que para más guasa la profesora al otro lado del teléfono era del colegio de La Rubia, una pena que fuera de último curso y no coincidí con ella, porque habría sido curioso.
Además estuve en clase de Indonesio con los niños pequeños, y lo mejor de todo, fuimos a clase de música con los peques de 3 clases (que se reúnen a la misma hora para que la clase sea más grande y divertida). Y ahí vino el problema, les tuvimos que enseñar una canción. Mi querido niño votaba por "una alemana se balanceaba sobre el elefante en la tela de araña" (o algo así pero más lúdico), aunque al final optamos por algo más apropiado para niños de 6, 7 y 8 años: Mi Barba Tiene Tres Pelos.
Una hora más tarde los niños rodaban de la risa pero con una soltura envidiable con los pelos de la barba.
Después un partido de "fútbol sala" si es que a darle patadas a un balón, no poder tocar al contricante, no poder entrar en el área y que tocar el balón con la pared no sea fuera; se le puede llamar fútbol, pero al menos fue algo deportivo...
Al día siguiente kilometrada para ver Footy cerca de la costa. Hasta el director juega en el equipo. Qué gran partido, ahora entiendo por qué a mis niños les encantaba ir allí los sábados. Donuts a 1 dolar y perritos calientes a 2 dólares! (aviso a navegantes: lo más cerca que estuve del perrito caliente fue cuando pedí el donut en el mostrador) Sin contar con las cervezas y demás a precios reducidos. Y por supuesto que como va todo el pueblo, pues es como ir a un bar a ver un partido de la Champions, pero libre de humos y apretones.
Y ya nos plantamos en el último día en el que me fui con la nueva familia de otro de mis niños de Orroroo a una barbacoa y mi siguiente destino: Burra.
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